Músicas celestiales


Por Liberata

    Los aficionados a la música clásica y también otros que no lo son, pero que se acogen con agrado a la atmósfera creada bajo las cúpulas eclesiásticas, sabemos que en esta época se prodigan los conciertos de  modalidad sacra en algunas de las iglesias.

      El pasado día de Santa Cecilia, había dos de ellos casi simultáneos y en templos separados por pocos metros entre sí. Por el horario, elegí nada menos que la Misa solemne de Charles Gounod en honor de la Santa.  Creo que estuvo bien interpretada por una prestigiosa Polifónica. Sólo que las músicas sacras, o logran penetrar hasta las entretelas del oyente y causarle la más profunda de las emociones, o, en caso de tratarse de una misa, por el Benedictus ya se empiezan a percibir en parte del auditorio los esfuerzos por ahogar los bostezos. Y es que de lo político y de lo sacramental estamos casi todos un pelín cansados.  Necesitamos de estímulos más vibrantes en nuestras existencias condicionadas por una inexorable rutina.  Como dice alguien de mi entorno, “De algo que nos suministre vidilla.”

                Bueno, pues hoy, día veinticinco del corriente, resulta que me he despertado con las noticias matinales un tanto agitadas y no sólo porque, tristemente, se hallara entre ellas otro fallecimiento debido a la violencia de género. Esta es una de las lacras que, ciertamente, debería tratarse como un verdadero asunto de Estado, ya que tiene mayor repercusión social de la que se le concede a primera vista.

                Lo del submarino repleto de droga, también tiene su punto. Pero, las que me ha hecho agudizar bien el oído, han sido las noticias políticas, en las que he oído repetidas veces el término “federación” en algunos de sus modos. “Cataluña, una Nación y España, un Estado Federal” ¿De verdad es esto posible? ¿Mediante qué pactos, qué convenios, que cesiones, y entre quiénes? De repente, se ha abierto la caja de Pandora. Y, he de confesarlo, me he sobresaltado. Ya sentía bastante maltrecho el ánimo con las escasas horas de luz y la proximidad de las fiestas navideñas que tan cordialmente detesto. Tratando de mostrarme positiva, me he alegrado por los aficionados al esquí, que, al parecer, tienen ante sí una espléndida temporada. Al menos, ha comenzado pronto. Y eso también contribuye a aumentar puestos de trabajo. Así que, bienvenida la nieve. El hábito de poblar las calles por las noches, no sólo los viernes y sábados -el domingo ya se nota el bajón- sino también las de los jueves, ya tiene su edad. Cenas de empresa, puentes, y esas cosas. Y ahora, incógnitas. Muchas incógnitas nada fáciles de despejar, a las que tal vez se dediquen comentarios en las respectivas mesas. De repente, se me ha ocurrido que, más que con el sonido de las “músicas celestiales”  que se escucharon el día de la Santa y lo seguirán haciendo durante un tiempo,  maridan -un verbo muy actual- mucho más con el desafío lanzado entre sí por unos políticos aquejado de mutismo sobre un próximo futuro, por ejemplo los coros de Nabucco que compusiera el genio natural de Roncole di Busseto. Que, si bien en su dilatada producción incluyera cierto cupo de música sacra -como un imponente y sentido Réquiem- lo suyo serían las notas vibrantes y apasionadas que han quedado para la posteridad como  una compacta y brillante obra operística, para casi ningún público del todo ignorada.

                Así pues, tenemos por delante un mes largo de calles animadas, paseando por el asfalto unas nuevas inquietudes. Y, al parecer, en esta ciudad, bajo cuya exaltación patriótica    resaltará todavía más el reto de la mendicidad ejercida. Tierra, trágame. Las disquisiciones al respecto se las dejo a otros. Yo no sabría por dónde empezar.

Artículos relacionados :