Vindicación y memoria d Juan Carlos Curutchet

Por Javier Barreiro

En OCTUBRE de 2012, se cumplieron once años de que, mientras dormía en la casa familiar del Cerro de las Rosas en la Córdoba argentina,  murió plácidamente Juan Carlos Curutchet, uno de mis mejores amigos de siempre, una de las personas más inteligentes que me ha sido dado tratar y el tipo más informado literariamente de cuantos he conocido. Exactamente diez años después moriría, en circunstancias más trágicas, Félix Romeo, al que tampoco le fallaba el caletre. La noticia de la muerte de Félix la recibí en Montevideo, donde me encontraba con otros dos amigos: el periodista Antonio Ibáñez y el empresario barbastrense Luis Ros. La de la muerte de Tito, como se le conocía familiarmente, me la dio su mujer, Gloria.

Sobre las competencias intelectuales de Tito, no comparece aislado mi testimonio sino que dan razón de él sus obras, como se remacha en el texto que incorporo más abajo: a los 23 años J. C. C. había publicado un panorama de la novela hispana de la época: Introducción a la novela española de postguerra, Montevideo, Alfa, 1966, que sigue estando entre los más profundos acercamientos al tema. Cinco años más tarde,  daría a las prensas, Julio Cortázar o la crítica de la razón pragmática, Madrid, Editora Nacional, 1972, en este caso, sí, el mejor libro que he leído sobre la obra del altísimo genio argentino nacido en Bruselas. También lo pensaba el propio Cortázar que, en 1973 publicó un texto en el que homenajeaba a su joven crítico: , “La agarrada a patadas o el despertar de los monstruos o más sobre dados y ratitas o la respuesta del involuntario pero vehemente responsable. Precisiones necesarias a Juan Carlos Curutchet, a Félix Grande y al pugilista del escarabajo de oro”. Su primer libro sobre la novela española tuvo una continuación magistral: A partir de Luis Martín Santos. Cuatro ensayos sobre la nueva novela española, Montevideo, Alfa, 1973.

Por esta época lo conocí. Yo admiraba sus libros y sus artículos, que había leído en Cuadernos Hispanoamericanos, TriunfoEl Urogallo… y lo busqué para participar en un ciclo de Cultura Marginal que organicé en la Universidad de Zaragoza, en el que también intervinieron gentes como el poeta José María Álvarez o el crítico de cine, Julio Pérez Perucha. Así eran las cosas entonces. Un tipo de veinte años, con alguna inquietud, podía organizar un ciclo de conferencias en el Aula Magna de Filosofía, el jovencísimo público la llenaba a rebosar y las preguntas al conferenciante no terminaban hasta que los bedeles amoscados venían a desalojar la sala, no fueran a sobrepasar unos minutos el horario prescrito. Anda a buscar alguien de menos de cuarenta años en una conferencia de hogaño. Eso, en el caso de que haya asistido alguien.

Por entonces, Tito vivía en Madrid y era, junto a Jimmy Giménez Arnau, entonces un hippy todavía no franquistizado, el factótum de una indescriptible revista, El indiscreto Semanal, que habían conseguido financiase la familia de los Fierro y que sufriría más secuestros que números llegara a sacar, récord verdaderamente imbatible.

A partir de entonces, Juan Carlos, que sabía siete idiomas, dejó de hacer libros y se dedicó al coleccionismo variopinto, con especial atención al de postales. De hecho, fundó el Círculo Cartófilo de Cataluña y, a su muerte, tenía avanzado un estudio de la tarjeta postal en España, que no se llegó a publicar. Como ayuda a la supervivencia, hacía artículos de enciclopedia. Sabía tanto que no le encargaban temas de su especialidad, sino letras del abecedario. Es decir, toda la A, toda la F, etc. Él siempre contaba que era imposible empeorar las que ya había, exceptuando el magnifíco Diccionario  Enciclopédico Hispano-Americano de Literatura, Ciencias y Artes, del que algún día hablaré. Como ejemplo de la incuria de las enciclopedias al uso, la definición de “Abeja” en una de ellas: “Animal que, al picar, deja clavado el aguijón”. El redactor, se ve que quería compañía. Por lo de animal, digo.

Pese a esta dedicación, en 1982 se descolgó con La hora de la matraca. Carta abierta a el director de ‘El País’, Sevilla, Renacimiento, 1981, libro premonitorio en el que, antes de acceder al poder los socialistas, se diagnosticaba lo que iba a suceder, con pasmosa exactitud, especialmente, en el asunto de la corrupción. Por supuesto, el libro fue silenciado, borrado y eliminada cualquier mención al mismo.

Años después (1994) y en la misma editorial, JCC publicó Esperpento decimal (versión libre y analógica, rimada y actualizada de Luces de bohemia) y Peripecias eróticas en la América austral (Novela de aventuras en verso alejandrino), a las que se refiere el texto que hoy publico, no sin antes prometer que, próximamente y en esta misma página, daré a conocer alguno de los geniales textos inéditos de Tito.

Con el título, “Un ‘outsider’ sin cuento”, la reseña sobre estas dos obras fue publicada en las páginas de El Periódico, el 8 de diciembre de 1994.

                                                   

Un “outsider” sin cuento. 

Juan Carlos Curutchet, a finales de los años sesenta y primeros de los setenta, oficiaba de crítico literario en publicaciones como El Urogallo, Cuadernos Hispanoamericanos, Índice y otras de las más interesantes de la época. Por entonces, publicó en Editora Nacional el que para mí sigue siendo el mejor ensayo sobre uno de los indiscutibles genios de la lengua en el último siglo, Julio Cortázar o la crítica de la razón pragmática y una extraordinaria visión sobre nuestra útima narrativa, en tiempos en que todavía podía calificársela de tal, Cuatro ensayos sobre la nueva novela española. Años antes, con tan sólo veintitres de edad, había editado en Uruguay una Introducción a la novela española de postguerra, que sigue siendo uno de los más inteligentes acercamientos a la misma.

Fiel a su concepción despelotante y transgresora de la vida, en los útimos años del franquismo, había propiciado el lanzamiento de El Indiscreto Semanal, el semanario del mayor formato que se ha editado en este país y uno de los más descabellados. Como el hodierno Noticias del mundo, no publicaba una sola verdad, pero sí que contenía todo el sexo y desmadre que en 1972 era posible, por lo que hubo de soportar secuestros, denuestos, amenazas y problemas que propiciaron su hundimiento, a pesar de lo mucho que se vendía.

Cómo no desear conocer a tan alto crítico literario, tan lúcido caballero y tan pintoresco personaje. Mi arribo al mismo resultó tan descabalado e intenso como se suponía y debo reconocer que, hasta ahora, no he encontrado a nadie que albergue más información sobre cualquier cosa. Tal vez por ello se ha dedicado estos últimos veinte años a hacer enciclopedias, al tiempo que la boñiga ambiental le llevó a separarse del mundo literario en el que a los veintitantos años había llegado a ser uno de los capos.

Por supuesto que jamás dejó de escribir con anta lucidez, tan alto estilo y tanta gracia que los pocos privilegiados que teníamos acceso a sus textos considerábamos un delito de lesa sociedad que tales manjares no se dieran a la imprenta. Sólo en 1981 publícó en una editorial entonces marginal, un panfleto político social, La hora de la matraca (Carta abierta al director de El País), en el que, con varios años de adelanto, se pronosticaba con exactitud la trayectoria del PSOE, que aún no había llegado al poder, la del citado diario, la caída del conmunismo, el auge de los nacionalismos y otras yerbas menos espesas, también con la gracia, soltura y excelente información que le caracterizan.

Su repulsión al mundo de las letras establecidas y, especialmente, al editorial le han llevado a publicar en pulcrísimas ediciones de autor dos de las producciones que ha ido forjando durante estos años, con mimo de miniaturista. En ellas se firma “artesano rimador” y ambas rinden tributo a algunas de sus obsesiones: el Modernismo, en su aspecto de pasión por la obra bien hecha; el lujo verbal y el gusto por el éxtasis y el cieno; el genio esperpéntico de Valle; la identidad iberoamericana y la trangresión a través de un erotismo repleto de referencias transversales.

En el Esperpento decimal, “versión libre y analógica, rimada y actualizada de Luces de bohemia” acomete un retrato hiperrealista y desternillante de nuestra transición donde no queda títere con cabeza. No se sabe que admirar más si la capacidad de precisión y sintesis con al que desmonta tantos de nuestros últimos tics y obsesiones históricos, la irreprochable confección de la décimas, el humor expresionista y desmantelante o lo certero del ausente diganóstico. Texto que, de representarse, tal vez sacara de la somnolencia a un improbable espectador de teatro que se perdiera en una sala movido por las razones que antes llevaban alli; pasar un buen rato.

Peripecias eróticas en la América austral, que su autor califica como la primera novela de aventuras en español escrita en verso alejandrino, está construida por veinticinco episodios en los que el protagonista se ve asaltado por otras tantas experiencias con arquetipos, visiones extáticas, mujeres reales – entre las que acuden personajes tan reconocibles como la Thatcher o la Lola de España – mitos y proyecciones para alegorizar una confirmación en su pertenencia latinoamericana. Todo ello con una desconcertante variedad de registros que nos transporta desde la mística al chafarrinón, del pastiche a la creación depurada o de la melancolía a la demoledora caricatura. De paso se despacha con tanto desparpajo como sutileza y esplendor verbales contra las modas de,l tiempo, las estupideces ideológicas y la murria dominante.

No es lo de menos en sus propuestas la elección de unos circuitos de difusión ajenos a lo establecido en los que el escritor y el lector puedan disfrutar de la libertad que hoy, por tantas razones, le ha sido arrebatada.

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