Si te aburres, vete a La Almozara


Por Manuel Barrientos

     Esto es la monda. Le dije al director de elpollourbano que me aburría los fines de semana y dijo –Ah, sí? Pues vete el viernes y el sábado a La Almozara y nos haces un reportaje sobre esto. Dijo, y me largó una postalita que decía “Una mirada a la palabra”.

   Le di vueltas y vueltas a la postal y no acerté con la palabra que debía mirar. Primero pensé si sería un encuentro de magos o algo así, pero pronto descubrí que la palabra era “poesía” porque los cinco actos tenían que ver con esa ¿disciplina? Bueno, yo he sido siempre más aficionado a otros temas, pero, quiá, no podía decir que prefería ir de cronista a otra cosa y me fui para allá.

    El viernes por poco llego tarde. Como no conocía el barrio, fui en el bus, pero me pasé de largo el Centro Cívico y acabé en el solar que usan para el Rastro. Pregunté  y retrocedí por la avenida Pablo Gargallo buscando Puerta Sancho, pero no la encontré. Y buscando la puerta esa llegué casi hasta la plaza de Europa. Allí, en la entrada del barrio descubrí la puerta, que resultó ser un monumento de hormigón muy majo. Me informaron que Puerta Sancho es una calle (perdón, avenida) y tuve que correr para llegar a tiempo, ya que el CCívico estaba en la otra punta del barrio. Bueno, a lo que vamos.

   La primera sesión se titulaba La búsqueda de García Lorca y el conferenciante era, ¡caramba!, el que me vendía los lienzos cuando yo era joven y quería ser pintor, el que tenía una tienda llamada Litos, al lado del Van Gogh, o sea frente a la Caja Magnética, en Espoz y Mina. Esto es lo único que sabía del conferenciante, que, en tiempos de Franco, tenía una tienda de artes plásticas.

   Un presentador de estilo podemita (chaqueta punto, barbita y coleta) nos informó sobre los méritos del Ilustrísimo señor D. Francisco Javier Navarro Chueca, Académico Correspondiente de la Real Academia Valenciana de Cultura, Arqueólogo Honorífico, y con otras distinciones en España y países como Cuba, donde estuvo buscando enterramientos de  soldados españoles muertos en la bahía de Santiago luchando contra la flota norteamericana. Bueno, pues tal es el hombre que iba a contar cómo y dónde se buscan aún los restos de Lorca y de los otros tres desdichados (un maestro y dos toreros) que fueron ejecutados entre Viznar y Alfacar, allá en Granada.

   Tras una amena explicación de cómo es el proceso de localización de gente enterrada en el campo, dio un repaso a las diversas teorías sobre el enterramiento en cuestión. Como no se ha encontrado (acaso, hipotéticamente, la tumba sí, pero lo muertos no), vale decir que esas teorías eran falsas y que una colección de neuróticos ha estado mintiendo sobre el particular. Entre el público había gente muy enterada porque se aventuraban explicaciones complejas. Me quedó claro que de todas las pistas posibles, Navarro había seguido la pista que dio un militar, pero que ahora otro equipo distinto va a buscar por otro lado.  Y también entendí lo enrevesado que es realizar una campaña de estas características, que lleva tanto tiempo en burocracias y luego en trabajos preparatorios. –¿Y cómo fue la financiación de la campaña? preguntó una señora que tomaba apuntes. Pues, ¡pásmese el lector!, con las aportaciones económicas de los propios investigadores y amigos. ¡Dios mío, qué país!

     Todos empezamos a hablar con el de al lado cuando el presentador nos despidió para empezar el siguiente acto, y así, hablando y gruñendo, nos confundimos con la muchedumbre que esperaba para entrar…

   Esta vez se trataba de una mesa redonda que contaba con representantes de tertulias literarias y agrupaciones que tienen la poesía en su punto de mira. Para moderar el coloquio estaba un escritor conocido, Antón Castro.

   Al poco de comenzar, ya quedó claro que las tertulias son informales y de vida interna, así la que se celebra en el Café Van Gogh, o la Miguel Labordeta de larga andadura.  En cambio, las asociaciones y grupos, hacen cosas públicas. La Asociación Literaria Rey Fernando, del Actur, reúne gente que escribe y periódicamente sale a la palestra. La Masadica Roya, de Andorra (Teruel) organiza cada año un recital que llaman La puerta de los vientos en el que participa medio pueblo. El grupo Juglarías practica poesía y teatro leído mediante sesiones monográficas, normalmente en la Biblioteca de Aragón.

   Los que estaban en la mesa se llamaban: Mariano Ibeas, Javier Garcés, Amparo Sanz, María Otal, Fernando Gracia y Leo Marín. El moderador se lo pasó pipa.

   A la salida, varios asistentes volvimos a enzarzarnos con lo del arqueólogo, o sea con el asesinato y la tumba de Lorca. Había opiniones encontradas, y un poeta de avanzada edad clamaba contra la Junta de Andalucía. La cosa no llegó a mayores porque una dama nos invitó a tomar un vino a todos. Y fuimos tras ella, claro, hasta un bar que –no se rían- se llama La Gamba del Ebro, a la espalda del CCívico, en la calle Almansa. Allí saludé a Antón Castro, ante el que me identifiqué como corresponsal de elpollourbano y confesé ser lego en poesía; el señor Castro me miró a los ojos y me espetó: –Se lo ha pasado bien? Y yo le dije: –Hombre, esto ha sido muy variado, además tengo un vaso de vino en la mano y estoy rodeado de buena gente, aunque sean poetas! El escritor se rio largamente y pasó a describirme algunos de los presentes. En conclusión, ocultos en su sencillez, casi todos los contertulios eran escritores, o actores, o practicaban otras artes y aficiones. También me indicó quienes eran los jefes de la movida: la directora del CCívico, Carmen Sánchez, y el presentador de coleta, Luis Felipe Alegre.

   Tras varias botellas y platos de jamón, me despedí y salí del barrio en taxi.

    El sábado atiné con la parada oportuna, junto en frente del lugar, pero me confundí de puerta. Por no preguntar, fui dando tumbos por el CCívico: niños por aquí, ancianos por allá, una biblioteca… Ño! qué grande es este sitio… hasta un bar tiene dentro!

   La charla se titulaba Los recitales poéticos, y el que hablaba era el presentador del día anterior. Poca gente al principio, aunque se fue animando conforme el orador, armado de una pizarra, nos contaba los elementos necesarios para celebrar convenientemente un recital de poesía.

   Un recital de poesía puede hacerse de muchas maneras, pero necesita una persona que recite poesía. Parece que este es el primer problema de los recitales: que no se recita, o sea que se dice sin arte, que se lee sin más preparación. El recitador, por otra parte, puede estar tras una mesa, tras un atril de esos grandes que te tapa todo menos la cabeza, de pie ante un micrófono, etc. También hay diferencias en cuanto al repertorio: propio, de otro autor, de una época determinada, etc. Habló Alegre de otros condicionantes como el lugar donde sucede el acto poético, de las posibilidades expresivas de la voz, de la importancia del cuerpo y su movimiento, etc., etc.

   A mí todo esto me pareció muy interesante, pero, pensé, los que hacen recitales deben sabérselo ya todo, porque de los que hablaron el día anterior y de los que esperaban fuera para la siguiente mesa redonda, no entró nadie.

   Como entre la charla esta y la mesa redonda sobre Poesía de noche y bares había un intermedio, quise visitar el bar para poder informar convenientemente (que esto en elpollourbano se pondera mucho) y me alegró sobremanera la intensa actividad del mismo. La barra es pequeña y da a las dos alas de la cafetería que es muy grande, o sea que en realidad puedes elegir barra. Vamos, que es como el bar de un centro social, o tele club de antaño. Los ciudadanos de edad provecta son exigentes en La Almozara y eso se ve en la variedad de licores con que –quemados o no- se pueden hacer los carajillos.

   Cuando volvía a la sala de conferencias, ya estaban todos en la mesa: David Giménez, organizador de actividades en Remolinos, donde tiene un bar-espacio artístico que se llama Imperdible. Otro era Diego Palmath, que ha reconducido el viejo Teatro de las Ánimas y ahora se llama Teatro Inevitable, bien conocido de los noctámbulos de sector plaza San Francisco. Luis Rudis no tiene bar, pero en La bóveda del Albergue su grupo Noches de Bohemia organiza recitales con variados enfoques y muchos participantes; también forma parte de iniciativas como el festival de poesía que se hace estos meses por aquí. El último orador de la mesa era Julio Donoso, que representaba a Los bigotes del Potemkin, colectivo que va cambiando de bar en cada actividad que monta.

    Que los entendidos me perdonen, pero creo que esta mesa reveló dos cosas: que la moderadora, Lourdes Serrano, profesora de instituto, o sea, persona acostumbrada a lidiar con cuarenta exaltados vociferantes, es muy buena persona, porque yo hubiera mandado a la porra a más de uno esa tarde. Y la otra es que la poesía, sacada del contexto literario y puesta al fresco, tiene un problema conceptual, algo que ya había insinuado el conferenciante anterior.

   La discordia surgió de la palabra inglesa “slam”, tomada en el sentido de “torneo”. Esta actividad consiste en realizar varias rondas de poetas que leen sus cosas y el público puntúa, tras tres eliminatorias, sale un ganador. El carácter competitivo fue el primer cuestionamiento. No se entendía muy bien por parte del público más joven que eso fuera un problema, ni tampoco los flecos que encadenaba: micro abierto, versos pintados en las aceras, etc.

    Que si dónde quedaba la dignidad de la poesía, que si democratizarla era permitir su uso por cualquiera, que si restringirla era poco democrático, que si hacer una colecta acompañada de un recital era rebajarla, que si… Uf, resultaba difícil tomar partido y todo el público estaba muy exaltado.

    Salí de allí antes de acabar y, como la poesía puede ser ya cualquier cosa, me fui a hacer una performance al bar, que consistió en tomarme un cubata diciéndole a la camarera la única poesía que me sé y que dice:

Nada es verdad ni mentira,

todo es según el color

del cristal con que se mira.

    Mientras bebía, aparecieron algunos parroquianos que iban al recital de poesía que clausuraba el ciclo. Ñai! me dije, unos vienen a hablar de ellos mismos, otros a lo de la memoria histórica, otros a oír poesía…

   El recital Tres rapsodas de aquí se hacía en el teatro del CCívico, que está muy bien. Cuando se apagó la luz había medio centenar de espectadores, pero entraron más, incluso varios de la mesa anterior que, habiendo salido a fumar, prolongaron la discusión en la calle.

   En escena, una violonchelista, Dolos Miravete, que acompasaría los poemas recitados por Mª José Moreno, Mariano Anós y Luis Felipe Alegre.  Sentados en semicírculo, en una penumbra rojiza, iban penetrando en el centro ocupado solo por un atril y una luz blanca, donde recitaban o leían.

   La primera poesía me dejó flipando, era de Vicente Aleixandre (mi cultura literaria es de Bachillerato antiguo, pero me llega para saber que éste era de la generación del 27, y que fue Premio Nobel) y lo recitó Alegre ante el atril vacío, o sea, de memoria. Hubo varios poemas de aragoneses: Julio Antonio Gómez, Emilio Gastón, Alonso Cordel, Ángel Guinda, Miguel Labordeta, Ángel Lahoz, y puede que alguno más, entremezclados con autores célebre de otras latitudes. Anós recitó uno de César Vallejo que me puso los pelos de gallina, y eso que la calefacción del teatro funcionaba muy bien. Entre poemas, los rapsodas hacían breves presentaciones y, me di cuenta, nunca presentaba el que iba a recitar. Pensé que eso tenía también que ver con cosas que se habían apuntado en la charla sobre recitales. Moreno tuvo varias intervenciones con poemas vindicativos de la mujer que removían la conciencia dormida del macho  que llevamos dentro. Del mal macho, quiero decir, que yo no tengo la culpa de haber nacido hombre.

   Tras la ovación final, volví con los artistas y parte del público a La Gamba del Ebro, donde nos esperaban unos platos de bacalao, de oreja y de jamón, extraordinarios. Sobre la barra me fueron ilustrando sobre los objetivos de esta Mirada a la palabra. A mí me pareció que no había otro que comer jamón en La Gamba, aunque seguramente no entendí bien. Me obsequiaron con unos marcapáginas, que, en su sencillez, son un pequeño tesoro pues llevan versos de Ángel Lahoz y Julio Donoso, dos poetas de este pueblo, que hablan del caos y de la ciudad.

  La verdad, no soy lector de poesía, pero me voy a aficionar a ir a escucharla en sus muy variados recintos. Luego elegiré con más conocimiento de causa. Y, por si acaso, no digo más.

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