Metástasis, de Luis Tamarit


Por Jesús Soria Caro

        El verdadero poema es el que el lenguaje no permite escribir. Es la perspectiva que no encuentra su forma en el logos, lo que quedó fuera de lo racional, la indigencia de la palabra que es mendiga de signos y sólo alcanza la limosna de lo que la poesía acierta a sugerir, sin alcanzar a nombrar en toda su completitud.

    Las composiciones I y II aluden a la sombra de lo invisible como continente que queda en fuga de lo contenido:

I

El verdadero poema es el fósforo efímero y un incendio sin

rostro el verdadero poema es una visión y una zarza en llamas

en mitad de la noche

No prestar atención al matiz conduce a la ceguera

 

La mitad de la luz no será de una sombra el doble (Tamariz, 2017: 19)

 

II

La verdad del poema alimenta un fuego que no se consume en

el interior de los ojos

 

Incendios donde arden sin cesar todos los bosques

Incendios donde arden todos los nortes (Tamariz, 2017: 20)

 

     La verdad para el poeta nace de sus contrarios, oxímoron de nuestro yo debemos constituir un puente entre lo visible y lo invisible, cruzar los límites de lo racional, alcanzar esa dimensión que no corresponde solamente a lo lógico, que constituye, desde la parte onírica de nuestra mirada, nuestra construcción subjetiva del mundo:

Cuerpos y poemas hablan del matrimonio de la madera y la

ceniza del divorcio del fósforo

[…]

   Lo visible en lo invisible pero también  la parte en el todo, ideas que se resaltan en otra composición posterior que alude a que existe un orden más allá de lo que se nos ha impuesto como nuestra mirada de lo real. Hay un orden libre, indefinible, innombrable. Se puede intuir con la sinestesia que fuerza los límites de la expresión y la comprensión para así acercarse a su sugerencia: “Hebras de luz láctea la canción que nadie escucha” (Tamarit, 2017: 41). Existe un interior de lo decible que es como el hueso del silencio que no se puede vislumbrar en la carne de la palabra, en el sudor de lo posible: “Cuerpo adentro lo que no tiene palabras” (Tamarit, 2017: 42).

    Hay un viaje desde lo onírico que asume una digestión introspectiva de sinécdoque al alimentar con el fragmento lo total, de configurar con la gota de una imagen un océano irracional en el que naufragar con belleza poética para alcanzar así lo abisal de la estructura profunda que subyace en lo oculto de la construcción lírica. Debemos hundirnos en el mar de la razón, en el descenso inverso al significado intuir en la caída la vida profunda de lo informe que forma parte del navegante de lo lírico, de su mirada infinita hacia todas las perspectivas abiertas, sin horizonte en un solo sentido:

Luz insumisa pájaros ardiendo iluminan el cielo en las noches

polares plumas en llamas abrasan los infiernos en las noches

sin manos

 

Un piano persigue mi cuerpo por la memoria de la música

 

Entre lo inaccesible y lo inexpresable el ojo calcinado.

    Lo que queda al margen del tiempo y su fugacidad irreal, lo que la palabra desde su red lógica intenta atrapar pero vuela más allá de caza de las respuestas. La poesía es lo que queda fuera de los límites de nuestra explicación racional: el sentido del tiempo, su fuerza de viento de pregunta inalcanzable desde las redes de las respuestas: “Entre lo fugitivo y lo permanente lo que se arrancó la lengua lo que permanece sin habla” (Tamarit, 2017: 31). El silencio dice lo que no tiene lugar en los signos, lo real incontenible en el logos, lo intraducible a la razón, lo que es y no tiene forma lógica enunciable desde la palabra, por eso: “Sílaba a sílaba las palabras se empeñan en decir lo indecible el silencio habla” (Tamarit, 2017: 34). Es (el que aquí nos convoca) un lenguaje enfermo capaz de dar voz a la totalidad del ser, a sus infinitos introspectivos, irracionales, al otro lado de la consciencia y sus zonas más ocultas, vislumbradas tan solo desde las sombras confundidoras de lo onírico:

Recolección de verbos enfermos y pronombres sin peso

recolección de huesos sonoros en mudos esqueletos

 

Cuerpo adentro lo que no tiene palabras. (Tamarit, 2017: 42).

    Hay una violencia de la realidad contra los deseos, ante el destino frente a los anhelos de lo imposible, frente al silencio y la imposición de la palabra de sus límites del decir; por eso el poeta tematiza estas luchas dicotómicas entre la verdad y la poesía, lo innombrable y la indagación lírica:

Huesos y carne la violencia de cada amanecer cargas sobre tus

hombros también las palabras aprendieron a volar lanzándose

desde los acantilados

Árboles ardiendo sin vuelta atrás posible sin retorno

Las cosas que cambian de forma iluminan andando. (Tamarit, 2017: 59)

   El verdadero poema es que desciende a la muerte del lenguaje, desciende a los infiernos del significado, regresa del otro lado del silencio para ser la voz de lo innombrable:

El verdadero poema camina por la muerte sin volver la vista

Atrás sin tregua ni descanso. (Tamarit, 2017: 79).

 

   El lenguaje musical es como el poético, capaz de dar voz a lo que la razón limita en los límites habituales del lenguaje, cerrados a una lógica que no puede ser forma que exprese todas las dimensiones de lo introspectivo. Ese lenguaje no racional no requiere el vehículo habitual, puede recorrer esos caminos irracionales, oníricos, intuitivos, sincrónicos que quedan más allá del cálculo con el que hemos edificado la realidad, siendo así música del silencio de otros niveles de la verdad:

Alianza y condena la música comparte contigo la tarea de hacer

audible lo verdadero

cada encuentro transpira el después de la despedida

cada encuentro respira el antes de una pérdida

 

sílaba a sílaba sintetizar en sonidos el sufrimiento. (Tamarit, 2017: 85).

    Entre lo visto y lo imperceptible hay ventanas que abrir. Todo tiene un orden anterior a la visión concreta que explícita el fenómeno. La mirada de lo que no se registró también es poesía, la ventana al misterio como afirmaba Bécquer, a lo que fue el origen del universo:

 

Entre la visión y lo visto una ventana por abrir […]

Celebración de un movimiento anterior a los números

Celebración de una explosión anterior al universo (Tamarit, 2017: 93).

 

     Se extiende como eje central del libro “Lo que se fue sin ser visto lo que se marchó sin verte” (Tamarit, 2017: 100). El poemario de Tamarit es palabra que intenta atrapar la huida de lo que queda fuera del lenguaje, la percepción racional. No hay medicina de autodestrucción de la razón que rige el lenguaje frente a esta metástasis de lo informe, tumor de lo poético que se expande hacia la irrealidad en el cuerpo del deseo. Cáncer de lo que en la poesía muere por su diferencia como no real, extendiendo así las zonas introspectivas con su razón poética. Siendo la voz que aquí discierne dicho proceso la de la propia lírica que se reconoce en una auto-auscultación de sí misma, siempre desde su verdad que es otra: metapoética.

 

Biliografía:

Tamarit, Luis (2018): Metástasis I, Olifante, Zaragoza.

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