Armando Serrano, premiado por su cuento ‘El simulador Génesis’

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Por Carlos Calvo

     El grandísimo escritor de cuentos que fue Cortázar habló de ese momento en la vida de los hombres en que una puerta que antes y después da al zaguán se entorna lentamente para dejarnos ver el prado donde relincha el unicornio.

    Se refería a esa suspensión de la realidad que provocan los buenos cuentos, o que les ocurren a los personajes de los cuentos. Para Armando Serrano (Zaragoza, 1958), que ha sido galardonado por su cuento ‘El simulador Génesis’ (premio especial del jurado de 2013 en el primer certamen internacional de relato corto ‘Puente Bizkaia’), el unicornio puede ser lo que nos lleva a pensar sobre nosotros mismos, a hacernos reflexionar sobre el hecho de que estamos pendientes de un hilo, a identificarnos con el personaje. Su cuento, su relato, hace respirar al lector y le permite leer todo desde distintos puntos de vista. El cuento es misterio y maneras, es decir, estilo. Y el misterio, como la gracia, no se puede explicar, pero sí transmitir. Eso es lo más placentero cuando lees y cuando escribes.

    Además de escritor, Armando Serrano es un veterano cineasta, de larga trayectoria y cabeza visible de los colectivos ‘Andanzas’ y ‘Artymagen’, en los principios de la década de 1980, dos agrupaciones que han compaginado la pasión por el cine, la fotografía y, por extensión, las artes escénicas (las recurrentes colaboraciones del grupo teatral ‘Torres Naharro’), en las que participan, en distintos cometidos, hombres de la cultura poco o nada reconocidos en esta ciudad inmortal, tan ingrata a veces: Juan Carlos del Río (con quien codirige los documentales ‘Andanzas’, título que sirve para dar nombre al mencionado colectivo, en torno a la historia de Aragón, sus pueblos y sus costumbres, y ‘Homenaje’, sobre la actividad cultural en los barrios zaragozanos), Jesús Ginés, Antonio Alconchel, Marco Antonio Sarto, Eusebio Peiró, Pedro Laguna, Miguel García, Enrique Toha, Alfredo López, Alfredo García, Carlos García, Luis Hijazo, Miguel Molina, Santiago Zalba, Ernesto Cossio, Octavio Pardos, Nacho Tabuenca, Luis Miguel Domínguez, Alfonso Rosado, Chema Novoa, Rosa Sole, Raúl Kerkoff, Pablo Jesús López, Juan Pablo Ortiz de Zárate, María Jesús Aísa, Juan Carlos Moreno, Adolfo Gajón, Pablo Broto…

     Una década en la que Armando Serrano dirige la sección de cine de la Sociedad fotográfica de Zaragoza y también forma parte, como colaborador, del programa radiofónico ‘El cinematógrafo’. Y, por supuesto, es autor de un puñado de cortometrajes comprometidos socialmente, realizados en el pequeño formato de súper-8 milímetros y, luego, en vídeo, y fechados en las dos últimas décadas del siglo veinte y los comienzos del siguiente (‘El carrusel de los sueños’, ‘Luz de atardecer’, ‘El último trayecto’, ‘Érase una vez un payaso’, ‘Tiempo azul’, ‘Detrás de la ventana’, ‘La pesadilla’, ‘El cuadro’, ‘Ritual del Pazuzú’, ‘Diálogos en silencio’, ‘Mi pantalla mágica’, ‘Obsesión’, ‘Tragantúa’, ‘El cuentacuentos’), una suerte de parábolas de denuncia social, la marginación, la soledad, la incomunicación en la sociedad contemporánea, acaso demasiado ternuristas, pero siempre interesantes y de gran pasión cinéfila, como puertas abiertas a un futuro esperanzador.

     Desde ‘El pollo urbano’ felicitamos a Armando Serrano por su premio. Un premio y un relato, por cierto, que no han sido reseñados por los medios de comunicación locales. ¿Lo consideran un intruso? Y si así fuere, como experto que es en la historia del cine realizado en Aragón, ¿por qué le olvidan? ¿Por qué no le llaman para algún evento de los muchos que se hacen a lo largo del año? Las probables respuestas darían para otro cuento, para otro relato, que nunca escribiría el interesado porque siempre ha sido poco dado a crear conflictos. Es su carácter. Es, sencillamente, Armando Serrano, un escritor y cineasta en la sombra. La vida en sombras.

     Como este relato suyo recientemente premiado, un texto lleno de luces y sombras, desde un mundo en forma de laberinto, desde el cobijo de los enigmas, desde la poética de la imaginación hacia un escape del enrevesado concepto sensorial, desde las ideas misteriosas y simbólicas. Armando Serrano, en esencia, nos ofrece una historia del descubrimiento, de la revelación, de otras dimensiones, de ordenadores y programas, de universos en expansión, virtuales, fogonazos luminosos, colosales, gases ígneos, nebulosas, ciclos progresivos, abismos de zozobra y tribulaciones. Un universo, en fin, del miedo e incertidumbre a lo que podemos encontrar, si es que encontramos algo.

     Este es el preámbulo de este premiado relato titulado ‘El simulador Génesis’, antes de que la historia propiamente dicha dé comienzo: “Siempre se oyen historias fantásticas que suelen formar parte de las clásicas leyendas urbanas, producto propio de la ignorancia cuando se buscan explicaciones y no se encuentran aparentemente. El ser humano es capaz de ocultar su falta de respuestas encontrando otras que forman parte más de la ilusión que de la realidad objetiva. Todo esto me respondo día tras día en un intento de racionalizar mis ideas, de intentar acallar todas mis preguntas, en un esfuerzo de hacer lógica la historia que me contó aquel anciano empapado en alcohol y suciedad. Recuerdo perfectamente la vieja tasca donde me hizo partícipe de la historia más increíble que jamás he oído, un tugurio que era oscuro y mal oliente y que solo la búsqueda de refugio ante la lluvia hizo que entrase. Fue entonces cuando se acercó. Él me contaría la historia si le invitaba a un trago. Se puso tan insoportable, que no me quedó otro remedio que escucharle, ya que el aguacero no paraba y, por lo tanto, era impensable dejar aquella vieja tasca. Así que empezaré tal y como me la refirió, siendo absolutamente fiel a la narración que me hizo el viejo, incluyendo los tecnicismos empleados y que reflejaban unos conocimientos profundos en computación y ciencia en general, aunque el abandono de su persona disfrazasen en un primer momento ese saber”…

     A partir de aquí comienza una historia a la manera de un viaje mental. ¿Para qué viajamos? ¿Para escapar de la asfixia cotidiana? ¿Para romper las cuerdas de la rutina? ¿Para abrir los ojos? ¿Acaso para cerrarlos? ¿Acaso para olvidar? ¿Acaso para conocer otros mundos? ¿Para conocernos a nosotros mismos? La apuesta es adentrarse en los territorios inhóspitos y complejos de la espiritualidad, la poesía y la filosofía. Envuelto todo en una atmósfera onírica, lindante a lo místico, Armando Serrano utiliza los resortes y la fachada de la ficción científica para ofrecernos un viaje circular, de ida y vuelta, de cuyo final no sabremos si se trata de una odisea existencial o de un vínculo iniciático. El lector, tal vez, es el pasajero.

    No resulta fácil, sin embargo, adentrarse en el imaginario de este relato, singular y sorprendente, porque nos coloca ante algo que tiende a ir más allá de lo aparente. Si el tiempo o la casualidad pertenecen a la conciencia y la esencia de la vida, el texo es un combinado de sueño y vigilia, y basa toda su fuerza e interés –incluso trascendencia- en crear un discurso propio que no admite ideas o historias ajenas a él.

     Un, esto es, discurso propio, creativo y existencial. Religión y filosofía, astronomía y tecnología, simbólicamente, condensan el infinito, para reflexionar sobre las tres preguntas esenciales: ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? Y de la singular incertidumbre que generan estas tres cuestiones sin respuesta aparente, y a las que acaso el lector parece tener capacidad imaginativa para responder, el mejor viaje está siempre por hacer.

     Al fin y al cabo, ‘El simulador Génesis’ es una electrizante radiografía del impulso solitario del ser humano, de las alcantarillas del alma, un viaje espectral y fatalista al corazón de las tinieblas. 

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