Dos aragoneses en Nador


Por Val Ortego

       No vimos un cine en Nador. Ni un teatro, ni una galería de arte. Una y otra vez, mientras callejeábamos, oímos las estentóreas voces de los almuédanos llamar a la oración. Tampoco vimos ninguna librería. Tal vez las haya, pero no las vimos. Lo cierto es que no han sido mimados nunca los rifeños por la administración marroquí, dicen que son revoltosos.   

    Quizás la cosa esté cambiando, también dicen. Nos alojaron a los invitados en unos apartamentos cerca del café Victoria. Nada que objetar, aunque según me dijo uno de los escritores, a ellos el Cervantes les había prometido el hiperlujoso hotel Mercure.

     Salimos a La Corniche, ese paseo espectacular a lo largo de la Mar Chica, moderno, reformado, donde se nota a todas luces que se las han gastado. Se había acabado el Ramadán y la ciudad recuperaba el pulso. Hombres y familias se multiplicaban con el declinar del sol. Nos dimos un baño de gentes antes de retirarnos a dormir.

     A la mañana siguiente estábamos, taladro en mano, en la puerta de la filial del Instituto Cervantes de Fez en Nador. Un edificio bien bonito, bien actual y bien blanco. Y casi por estrenar. Dentro, en el auditorio Mujeres por África, cedido para la ocasión por la fundación del mismo nombre, tendría lugar el congreso. “Entrelazando Culturas. Puente de integración cultural entre Marruecos y España. 7, 8 y 9 de junio de 2019”, ponía en el cartel.

   Gracias a un par de buenos amigos como Pedro Borgoñó y Pilar Trillo, que se encargaron de lidiar con el tema aduanero, las obras habían llegado unos días antes. Las desembalamos y las distribuimos por dos salas contiguas al vestíbulo. Este cuadro aquí, esta foto allá. Y montamos la exposición con la ayuda inestimable de Santiago Marquina y de Fernando Bayo. Con ellos siempre es divertido, pásame los ojetes, se llaman cáncamos, bájemelo un poco, ahí, ahí, clavado, no lo toque ya, hágame el favor. Pues ya.

    Quedamos satisfechos. También los miembros de la asociación Izouran, alma de estas jornadas, se entusiasmaron con el resultado. Apasionados por la cultura y su difusión, se les notaba ansiosos por que empezara la fiesta. No olvidaremos a algunos de ellos. A Taki, a nuestro Pedro, a Juli, que se desvivieron a todas horas, incansables, por lograr los objetivos. Suyo fue el mérito. Y del Instituto Español Lope de Vega en Nador. Y del Instituto Cervantes. Y del Espai Betúlia. Y de la librería Attalib, que todos pusieron su granito de arena.

    El viernes siete, a las once de la mañana, se abrió el evento con la exposición. Se llenó de personal. Un gustazo, hasta vinieron de una tele y nos entrevistaron.

 Antonio y yo compartiamos sala con la nadorí Siham Halli. De lo que colgó esta, me llamó la atención una pequeña serie de serigrafías de corazones alambrados en distintintas posiciones, qué tristes las fronteras. El resto eran piezas muy coloristas, óleos deudores de lo cotidiano y de lo espiritual.

   Antonio Uriel, el gran fotógrafo aragonés, nos ofreció una serie en blanco y negro de imágenes inclasificables, de las suyas. Una dicción impecable. Un universo tan conceptual y profundo como impactante. Nubes, ciudades, aves, símbolos, repeticiones y capas. Capas de la memoria. O de los sueños. 

    Y para completar este espacio el increíble pintor zaragozano Val Ortego. O sea, yo, con unos cuantos paisajes y una figura que llevé, un músico, por aquello de la representación occidental. Fui de figurativo y acerté. Gustó mucho, que eso se nota, y en especial un paisajito con celaje azul de inspiración marroquí.

    La otra sala albergó la obra de la pontevedresa Nuria Guardiola y de la marroquí Nasera El Fatmi.

    La gallega adjuntó a sus piezas, ricas en aportaciones matéricas y de marcado expresionismo, poemas alusivos de poetas marroquíes. Mucha referencia a la cultura amazigh (no decir bereber, que suena despectivo), fruto de su estancia en Nador como profesora. Y Nasera, más amateur, salpicó las paredes con un tutifruti de lienzos de temas variados y de amable frescura.

  Ya digo, la exposición, un éxito rotundo.

    Después el público se sentó en el casi centenar de sillas que se habían dispuesto en el vestíbulo. Se dio paso a la palabra y tras las presentaciones institucionales a cargo de Taki Dine Ben Tahar, en nombre de la asociación Izouran, y de Óscar Pujol, director del Cervantes de Fez, nos tocó el turno a Antonio y a mí.

   Hablé yo primero. Que sí la importancia del espectador, que si patatín, que si patatán. También solté algunas anécdotas y quedé airoso. Luego Antonio lo bordó. Teorizó sobre la imagen, sobre la falta de ingenuidad y sobre la complejidad en la construcción de sus fotografías. Y a continuación, intervino el profesor Mourad Mout, que habló sobre la obra de Badr Azzi, Un después sin ti.

  Por la tarde el protagonista fue Mohamed El Morabet, autor de Un solar abandonado. Los otros dos escritores invitados, Said El Kadaoui, autor de Límites y fronteras, y Laila Karrouch, autora de la novela De Nador a Vic, lo serían el día siguiente. Las presentaciones y las entrevistas a los autores corrieron a cargo, respectivamente, de  Aziz Mahjour y Karima Bouallal, ambos profesores de la Facultad Multidisciplinar de Nador, e Isabel Graña, directora del Spai Betúlia.

    Los tres escritores hispanomarroquíes, que comparten la experiencia vital de haberse ido de Nador a edades tempranas, seis, siete años, para residir en España, escriben en lengua española y en catalán. Estuvieron brillantes, hablaron, insinuaron y callaron, que a veces es otra forma de hablar. Me acordé de otros tiempos, ay.

   “Yo uso el amazigh para decir lo que hablaría con mi madre, y el español para hablar de lo demás, de sexo, de política”, dijo Mohamed El Morabet. Qué bueno. “Las opiniones del loco de mi novela no son mías, pertenecen al personaje. Podrían asociarme mejor a las de su cuidador, a fin de cuentas yo soy psicólogo”, dijo Sair El Kadaoui. Qué fino. Y Laila nos contó de las añoranzas y peculiaridades de sentirse tan catalana como nadorí. Qué interesante. Los entrevistadores me resultaron espesos. Los escritores, fascinantes.

    También asistimos a tres conferencias, la de Moulay Ahmed El Gamoun, profesor emérito de la Universidad Mohamed I de Uchda, la de Azzedine Ettahry, hispanista de la Universidad Mohamed V de Rabat y la de Hassan Belarbi, profesor de la Universidad de Almería. Hablaron de la literatura española escrita por autores imazighen. Del panorama lingüístico en el Rif. De muchos temas. Me enteré, por ejemplo, de que la lengua amazigh es todavía muy oral y de que muchos intelectuales optan por la pertenencia al grupo francófono en detrimento del español.

    Además los turnos de palabra no tuvieron desperdicio. Se respiraba un alto nivel cultural, si bien el último día, y ya cerca de la despedida, se generó un poco de tensión. Se interrumpió el discurso de algunos intervinientes, más que por censura, creo que por cansancio. La convivencia había sido intensa, pero nada empañó la foto familiar de todos como colofón.

    Conversaciones, charlas, comidas, cuscús, pinchitos, manteca con miel dejaron un buen sabor de boca. La palabra, la pintura y la fotografía compartidas, el orgullo de haber participado en todo un acontecimiento.

    Epílogo. Antes de recoger las obras y marchar de Nador, los artistas plásticos hicimos una visita guiada de la exposición para niños y adolescentes del IES Lope de Vega. Fue fantástico aprender con ellos.

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