Sin Reservas, una comedia entre negra y costumbrista


Por Javier López Clemente

    El viernes 17 de enero dentro de la séptima edición del Festival Aragón Negro se representó en el Teatro del Mercado de Zaragoza la función “Sin Reservas” que el programa de mano etiquetaba como Comedia Negra.

    Y con ese espíritu negro me senté en mi butaca, con el regusto de asistir a un ejercicio de satirizar la desgracia ajena con la sanísima intención de provocar la risa gracias a las adversidades que se esconden tras la muerte, la enfermedad o cualquiera de esos tabúes que sobrevuelan sobre nuestras cabezas.

     La función comenzó al ritmo de un pasodoble taurino y si, lo confieso, me puse en alerta. El tiempo pasaba empujado por el diálogo entre los personajes, ante mis ojos el relato iba y venía para dibujar la vida de quienes están atrapados por esa etiqueta de “emprendedores”, o los que sobreviven entre el mercado negro y una retahíla de contratos en precario que están llevando por la calle de la amargura a la mayoría de los jóvenes. Pero allí, mientras el tiempo pasaba,  faltaba algo. Es cierto que el trabajo de Ignacio Otín en el papel de Marcos es complejo porque su personaje precisa del difícil ejercicio actoral de mantener la tensión que recibe de sus compañeras de escena y, aunque me gustó mucho la escena de Ana García en su papel de Begoña y sus consejos sobre cómo la brujería te puede ayudar a sobrevivir, el tiempo pasaba y la comedia negra no terminaba de hacer acto de presencia hasta que, de repente, apareció la sombra de lo siniestro y todo cambió, los chascarrillos y la situación dieron un giro de 180 grados y la función subió un escalón. Amparo Luberto en su papel de Azucena aportó frescura y puso sobre el escenario el McGuffin negro que la representación estaba pidiendo a gritos y provocó el impulso definitivo a una relato que pedía  más peso de unos actores que deambulaban por el escenario en lugar de hacerlo suyo, potenciar un discurso donde las frases salían disparadas en lugar de masticar, deglutir  las palabras hasta digeridas para que los elementos nutritivos sobrepasen la comedia ligera, penetren en el ánimo del espectador y que los ingredientes cómicos tengan la posibilidad de dar el salto que va del costumbrismo al suspense, de la sonrisa a la reflexión.

L    a parte final de la obra rompe el ritmo y  todo se acelera hasta alcanzar un simpático epilogo en el saludo de los actores. El patio de butacas aplaudía mientras una duda flotaba en mi cabeza: ¿Qué pasaría si a la función se le diese la vuelta y la comedia negra entrará en acción desde el inicio? Tal vez entonces sería más fácil alcanzar el objetivo primordial de una comedia negra 2020: Criticar a esta sociedad de cuñados que permite empleos en la cuerda floja y otras cuestiones de vergonzosa actualidad que tendrás que descubrirás cuando vayas al teatro a ver esta Comedia que unas veces es negra y otras costumbrista.

El blog del autor: http://lacurvaturadelacornea.blogspot.com/

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