Érase una vez en América


Por Fernando Gracia Guía

     Una ovación cerrada, algunos bravos y sobre todo la sensación para muchos de los espectadores de haber asistido a una función que se salía de lo habitual.

     Tras tres horas de espectáculo, eso sí con un par de descansos, que muchos no podemos aguantar sin parada técnica por medio, quien suscribe se unió a la ovación general con la idea de haber asistido al mejor espectáculo de toda la temporada.

     E incluso de las últimas temporadas. De hecho me tendría que remontar al Urtain que los de Animalario ofrecieron hace unos años para encontrarme con una sensación parecida.

      Sergio Peris Mencheta ha adaptado y dirigido un texto reciente de Stefano Massini, un tipo de poco más de 40 años que acumula un buen número de éxitos en su país, que trabaja en el Piccolo Teatro de Milán nada menos, y que con esta “Lehman Trilogy” ha conseguido abrirse camino en los mejores teatros del mundo, incluidos los del West End y Broadway.

      Siglo y medio de la historia norteamericana servidos con un ritmo trepidante, utilizando varias técnicas narrativas y con el devenir de los hermanos Lehman y sus descendientes como nexo de unión para darnos una lección ingeniosa, brillante y siempre muy entretenida sobre el capitalismo.

      La música popular se utiliza como medio narrativo, el humor está continuamente presente y una estructura con toques brechtianos aletea en todo momento sobre una producción deslumbrante, ingeniosa y absolutamente teatral, dicho esto último en la mejor de sus acepciones.

      Dividida en tres actos de casi una hora cada uno, el brillante texto nos cuenta con habilidad la trayectoria de estos personajes emigrados desde Baviera, cuyo nombre se hizo tristemente popular en 2008 cuando su estructura empresarial se vino abajo, iniciando una crisis mundial de la que apenas hay que explicar nada, porque la seguimos sufriendo.

      Seis actores en estado de gracia interpretan más de un centenar de personajes, cantan, tocan instrumentos, bailan, recitan un texto endiabladamente rápido sin que nos perdamos nada, traspasan la cuarta pared y en resumidas cuentas rinden un homenaje al teatro con mayúsculas.

      Y por si fuera poco divirtiendo al respetable. O al menos a un servidor y a todos los que hablé al final. Ahora están nominados a tres premios Max. No descarto que levanten algunas manzanas con antifaz, aunque tampoco es fundamental.

       ¿Alguien dijo que no se hacía nada nuevo sobre las tablas?

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