Polinesia: Vivir en Tahiti

143M-P. Passe de Punaruu
Por Marta Notivol

    Maravilloso y diferente, sí, perfecto no. Después de la primeras impresiones al llegar aquí, se empiezan a descubrir todas las peculiaridades y porqué no, todos los defectos. Es cierto que la sensación de sentirse relajado es algo que permanece.

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Marta Notivol 
(Texto y fotos)
Corresponsal del Pollo Urbano en la Polinesia Francesa

     La visión en todo momento del mar o mejor dicho de la laguna turquesa con la isla de Morea al fondo rompiendo el único defecto del paisaje marino, la uniformidad, cuando vas a comprar y cuando vas al trabajo, solo es comparable a la vida en montaña, como nuestro Pirineo.

   La ventaja de este maravilloso lugar es que si a tu izquierda miras hacia el mar, a tu derecha encontrarás la montaña o viceversa. En esta isla de poco más de 1.000 kilómetros cuadrados en el centro se alza el Orohena, pico de 2400 metros de altura.


     Lo cierto es que aquí se vive más hacia el mar que hacia la montaña. Hay cierta dificultad para encontrar los caminos e incluso en el caso de la travesía más bonita de la isla el valle de Papenoo, puedes encontrarte con la imposibilidad ocasional de atravesar una “propiedad particular” de caprichoso propietario. Muchas excursiones debes pedir permiso al ayuntamiento y pagar una tasa.

     Algunas excursiones nos permiten encontrar pasos de agua entre antiguas zonas volcánicas llamadas lava tubos, donde la incursión en cuevas  y saltos de agua recuerdan un poco a nuestros barrancos. Las cascadas son también de gran belleza, pues alrededor de todo esto encontramos una lujuriosa vegetación tropical. Otras veces, cuando la montaña  impone  su altura y la vegetación se libera, se puede contemplar en lo alto, al fondo, el mar.

    Y otro regalo para nuestros sentidos son las preciosas puestas de sol que podemos ver casi todos los días del año desde  la costa oeste hacia Morea. 


     Una vez que nos hemos alegrado la vista en casi cada momento cotidiano y entramos realmente en el supermercado, nos encontramos un hueso difícil de roer: Los precios. Todavía no comprendo muy bien cuál es la causa de semejantes valores. He leído y me han explicado varios factores. Por un lado, toda la Polinesia vive un poco de las rentas. Durante mucho tiempo la Polinesia ha sido “compensada” debido a los ensayos nucleares en el atolón de Mururoa del año 1966 y posteriormente en 1979 que además fue un fiasco de experimento. Este tema además de controvertido y secreto ha puesto en peligro no solo el ecosistema sino también  la credibilidad de Francia frente a un pueblo, el polinesio, muy atado a su naturaleza, aunque, desde mi punto de vista no se opuso con suficiente fuerza.

    Por otro lado, absolutamente todos los productos son importados, aquí la producción es escasa o nula. La carne de Australia, los huevos, frutas y verduras de Nueva Zelanda, así como todo lo enviado desde “la metrópoli”. Todos los productos deben pagar importantes aranceles y los impuestos en este país son indirectos, es decir, sobre los productos. No existe declaración de la renta.

   Si a esto añadimos las múltiples empresas monopolio como la electricidad, el teléfono, la aviación cuyos precios rayan con la estafa, pues ahí tenemos el resultado.

    Nos preguntamos entonces que pasa con los salarios. Efectivamente no son bajos, todos los funcionarios de las instituciones pagados con las arcas del país (Francia) están indemnizados por expatriación, tanto si vienen de la metrópoli, como si son de aquí. El comercio como he dicho mueve buenas sumas y el precio de las casas de alquiler también es considerable. En fin, esto hace que productos locales vendidos en puestos de la calle como los mangos, piñas, plátanos y  pescado también resulten más caros de lo que deberían, pues sus proveedores también tienen que sobrevivir.

      Existe una parte de la población que tiene dificultades para vivir pero en general se desenvuelven bien. Aquí en Tahití, las posibilidades y los contrastes son amplios, pero en las islas la vida es sencilla y con pocos gastos. La contemplación, la pesca, el remo, el coco son las ocupaciones fundamentales.

     Así y con todo, los polinesios no desean salir de su territorio. El clima raya en la perfección. Oscila entre los 24 grados a los 34. El promedio es de 26º y tiene una humedad media bastante agradable. Las mañanas, un poco más frescas hacen que la vida se desarrolle fundamentalmente a primeras horas de la mañana. Se levantan sobre las 5h y a las 6h hay bastante actividad. El desayuno tradicional es salado, con pescado y urú. El mercado tiene movimiento hasta la 1 de mediodía. En la ciudad de Papeete, la capital, sigue habiendo tiendas y actividad por la tarde, pero menos.  Anochece sobre las 6 y media y no se trasnocha apenas si se quiere seguir el ritmo.

    Ahora es época de lluvias, pero la vida no se para por ello, pues aunque pueden ser torrenciales en ocasiones, mojarse con estas temperaturas no es un problema.  De todas formas después de diciembre y enero ya son lluvias ocasionales.


       Volvamos al saber vivir de estas tierras. Tengo que reconocer que me encanta ver como les gusta pasar tiempo en el agua de múltiples formas. Muchas veces puedes observar grupos familiares en la playa o en los jardines de las casas. Les gusta disfrutar de la comida y de la bebida. Beber una cerveza dentro del agua en grupo mientras charlan es habitual. Les gusta el agua de la laguna y en ocasiones especiales alquilan unos fares flotantes para pasar el día una 30 o 40 personas, con el único objetivo de estar juntos, comer, beber y bañarse.

     También en el agua desarrollan múltiples deportes. Uno de los más populares el remo (Va’a) en piraguas. Es de gran tradición, no en vano  que todas las islas de la Polinesia mantenían relaciones desde hace mucho antes de la colonización. Eran grandes navegantes con piraguas dobles con una plataforma a modo de catamarán y una vela parece que han recorrido miles de kilómetros, pues las islas polinesias se extienden por un territorio mayor que Europa y solo la francesa cuenta con 118 islas.

     Las piraguas actuales son tan finas y largas para avanzar mejor que requieren un contrapeso a un lado, generalmente a babor. Estas piraguas pueden ser individuales o múltiples. El remo en equipo tiene su culminación en la gran carrera HAWIKI, que se celebra todos los años. Consta de 3 etapas de 3 días  entre las islas de Huaine, Raitea, Ta’a y Bora Bora. En total 125 Km. Tiene tanta importancia para ellos como el tour de Francia, y los equipos se preparan durante todo al año con total dedicación. Existen algunas variantes de relevos que me parecen espectaculares por la coordinación con la que 6 remeros deben saltar de la piragua mientras los otros 6 suben manteniendo el equilibrio de la misma.

    También es muy frecuente la plancha con remo. Es un surf que requiere mucho equilibrio, pero la plancha es mayor que la del surf. Éste también se practica mucho. Algunos puntos son especiales por sus olas y allí se concentran los jóvenes a la búsqueda de la gran ola. Las zonas de pasos de la laguna son excelentes para las olas. Concretamente hay un punto en la península de Tahití Iti donde se celebra todos los años Billabong Pro Teahupoo  el tercer evento del ASP World Tour. Es una etapa obligada para la clasificación de los surfistas y también temida, pues las olas puedes llegar a ser de 5 a 10 metros de altura y es peligroso por la proximidad de los arrecifes. Campeonatos aparte, siempre podemos ver jóvenes surfeando hasta el atardecer con verdadero disfrute en zonas especialmente de oleaje, como en la Pointe de Pêcheur dónde yo vivo.

    Los polinesios disfrutan con el juego y es fácil verlos jugar en el agua, o en un campo de futbol o bolea. Son alegres y bromistas, de una forma algo ingenua e incluso infantil. Los conflictos es mejor resolverlos con rodeos, ser muy directos o frontales los pone en situación incómoda y se obtiene poco, pues en definitiva no darán su brazo a torcer si no se sienten valorados. Sin embargo no existe la rivalidad  entre los nativos y los popas, (europeos instalados aquí) como en otros “Territorios de Ultramar” franceses. No existe sentimiento de inferioridad ni superioridad, se sienten orgullosos de su cultura y se anexionan lo que les parece interesante de otras. No solo se abren, los que tienen ese interés en hacerlo, hacia Francia sino también hacia Nueva Zelanda,  Sudamérica y EEUU.


     Tahití es una isla bella y agradable, pero tiene casi toda la población de La Polinesia francesa en su capital Papeete. De aproximadamente 270.000 habitantes 200.000 están en Tahití. Esto provoca una súper concentración con las dificultadas que esto conlleva de tráfico e infraestructuras, pues solo una carretera rodea la isla y por lo tanto el acceso a la ciudad por el este o por el oeste es penosa en las horas punta, sin otro remedio que el coche o la motocicleta para el desplazamiento pues los autobuses son escasos e inciertos.

    Aún así se pueden encontrar rincones realmente especiales para ver una puesta de sol, comer o descansar sin demasiada masificación. Y hablando de comida, no puedo omitir la solución extraordinaria para comer económicamente en “Las roulottes”.  Son camionetas que se instalan sobre las 5 de la tarde en muchos puntos de la isla y donde por 15 euros puedes comer un buen plato de pescado o carne con patatas fritas, eso sí encarambutadas en el plato. De hecho con un plato para dos a muchos europeos nos basta, pero siempre está la solución de llevarte las sobras. Estas grandes dosis de comida provocan evidentemente sobrepeso en gran parte de la población, corroborado con la evolución hacia comida menos tradicional y de alto contenido  en grasas.  El artículo del “gen ahorrador” de Jesús Sainz del mes pasado me hizo pensar sobre esto aquí en Polinesia. Ellos y ellas dicen que su constitución es así, michelines alrededor del cuerpo y piernas no es raro de ver y de hecho las láminas de los primeros colonos y los cuadros de Gauguin no muestran cuerpos estilizados, pero si más musculosos. En su dieta tradicional hay pescado crudo y frutas, pero también hay mucho coco (aceite, leche y repostería). El Urú o árbol del pan ha sido siempre la base diaria de hidratos de carbono. Esta planta se hizo famosa por la misión de Bunty de llevar a Las Antillas dicha planta para alimentar a los esclavos. Por tanto me inclino a pensar que es la cantidad y la comida basura la causante de este desequilibrio.

           Lo único que echo de menos en las roulottes es la falta de alcohol, no sirven ni una mísera cerveza por falta de permisos, es en los restaurantes donde los tienen. Además la venta y consumo de alcohol está en ocasiones restringida durante el fin de semana como medida infantil de prevenir accidentes de tráfico y peleas.

     Es verdad que a veces hay excesos, como en todos los sitios, que derivan en trágicas situaciones familiares, y que vienen dadas también por otra cultura respecto a las relaciones familiares, pero son tendentes a medidas algo paternalistas. Las mujeres tienen una presencia importante en la sociedad y son fuertes y emprendedoras, en general. Sin embargo ciertos valores ancestrales del dominio y culto de la fuerza puede desequilibrar la balanza. Además esporádicamente las peleas, tanto por parte de hombres como mujeres, pueden surgir de forma impulsiva, de lo cual, luego se sienten arrepentidos.

    Hay otros aspectos sobre los roles sociales que me gustaría tratar con más detalle y que pienso serán interesantes para el próximo artículo.

Nota: la foto 143M-19 está obtenida de internet

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